
Desde uno de los tantos puertos de Italia en 1914, mi abuelo a los dieciséis años, junto a su hermano, con una pequeña valija miraba el mar azul pensando en la tierra de la esperanza. Durante la ceremonia del adiós entre llantos y pañuelos blancos, toman coraje y se dirigen al barco, una gran fuerza desde lo más profundo de su vida los impulsa a avanzar a esa América que les pinta las pupilas de verde pampa. Los polizones bajo la tenue luz de la luna ven nublarse su sueño de tristeza, recordando a su madre y a su tierra natal, en una vaivén de sentimientos que van del sufrimiento a la esperanza, del pasado al futuro, mientras el barco continúa avanzando hacia un horizonte de estrellas que les enciende el alma y ahoga los últimos acordes de la guerra en la vasta sinfonía del mar.
Un día y el otro y el siguiente esperando junto a otros tantos inmigrantes ese pedacito de Argentina prometida. ¡Al fin, su corazón late campanadas de felicidad cuando tienen en sus manos el papel con la tierra dónde grabarán su vida en la historia!
Los hermanos se separan toman por diferentes caminos hacia la tierra del papel guiados por la luz dorada de la misión.
En el campo, el viajero no solamente realiza su labor de campesino sino que de día convierte su casa en la escuela dónde concurren a estudiar los niños de las chacras vecinas. Después de los setenta años conoce a la mujer que dibuja soles en el aire y en la última cosecha la tierra del amor le da cinco hijos; la nueva familia vuelve a desplegar las alas doradas de la historia. Todavía los niños eran pequeños cuando una tarde con el recuerdo de su madre y de su hermano a quienes nunca volvió a ver, emprende un nuevo viaje hacia el sol. Su vida queda grabada en el universo como el eterno viajero que pasea en el sulqui por la pampa todas las siestas de la eternidad.
Entre trece hermanos y catorce primos, mi abuelo materno crece en una familia de origen italiano un tanto particular. Con instructor francés, pobre víctima de sus travesuras, un abuelo que viajó doce veces a Europa, hermanos que cada tanto venían de la capital trayéndose los últimos autos de moda, una sala de música dónde los instrumentos pedían socorro cuando los veían entrar, un padrino que tenía una banda con la que tocaba todos los domingos en la plaza del pueblo; la vida para los integrantes de esta familia era una melodía exultante de risas, diversión y alegría. Cuando mueren los padres ya nada les quedaba ya que los hermanos mayores habían malgastado todo el dinero y deben escoger entre diversos oficios para ganarse el pan. Las chicas aprenden costura y se convierten en modistas, conservando el toque familiar tan particular, se adelantan a las calzas y otras modas que surgieron mucho tiempo después y aunque visionarias son calificadas de excéntricas por el gusto popular. Mi abuelo decide ser peluquero y se instala enfrente de una de las plazas céntricas en diagonal a la intendencia. La peluquería se constituye escenario ideal para las historias con las que fantasean los hombres del campo y la ciudad, en un tiempo donde se mezclan los caciques Catriel y Calfucurá con gauchos ladinos, indios y perros cimarrones, y el héroe de las historietas es Lindor Covas que los invita a seguirlo desde la última página del periódico local. Pueblerinos y paisanos atesoran este lugar dónde por un rato su cabeza anda por las nubes pura espuma y espuma, entre navajas, delantales blancos, tijeras, pelos que se deslizan entre los dedos y barbas que desaparecen entre personajes de fantasía. La mujer de la plaza se dirige como todos los domingos a la estación de trenes, es la menor de doce hermanos de los cuáles once son mujeres, va a despedir a otra de sus hermanas que decide irse a la capital a probar suerte. El peluquero la ve y la sigue. Ella avanza junto a un grupo de chicas por la avenida hacia la estación , él la cruza en una esquina y le sonríe, se apura a dar la vuelta de manzana para alcanzarla en la esquina siguiente, le guiña el ojo provocando la risa de las chicas, corre, corre dando la vuelta de manzana y antes de llegar a la esquina se peina para volver a saludarla. En la estación se anima a hablarle entre la risas de las jóvenes que se toman un tren al sol. Se casan y viven en la casa dónde está la peluquería, tienen una hija amante de los jardines que crece entre las plazas en el corazón de la ciudad.
Década del sesenta, época en el que universo estalla en creatividad, en la pequeña ciudad el atractivo son los bailes y las grandes orquestas que tocan jazz, tango, tropical y música melódica. El menor de los hermanos decide estudiar saxofón y con el tiempo ingresa a la orquesta de su maestro Virgilio con la que recorren ciudades cruzándose con músicos que están comenzando su carrera Lalo Schifrin, Palito, Alberto Cortés y tantos otros. “Luna de miel en la luna”, “Té para dos”, “Only you”, “Grisel”, “Algo para recordar”, “Mejilla a mejilla”, “Viaje a la luna” y otros éxitos convierten a la pampa en melodía.
Una noche, en uno de los bailes de la ciudad mientras toca con la orquesta los ojos ámbar del saxofonista se encuentran con los ojos café de la mujer de los jardines y desde ese momento quedan atados a la misma estrella. En una sinfonía de planetas, el jardín y la melodía dan luz una nueva vida, el conejo de la luna se asoma para verla nacer, abuelos y tíos la rodean mirándola con la esperanza de que los sueños de la familia se extiendan por el globo azul hacia las estrellas. Crece entre flores, compartiendo con su hermana sueños de sirenas en la pileta de material que les hace el tío abuelo Pepe, en una manzana repleta de niños con quienes juega a los cowboys en la plaza, las tardes transcurren en discusiones entre indios y vaqueros, discusiones que terminan en pelea hasta el día siguiente que aburridos retoman el juego, también están las clases de piano, las enriquecedoras lecturas a la hora de la siesta, hora a la que a los niños se les prohíbe salir; y los inolvidables desfiles en los que pensábamos que nos quedaríamos como estatuas eternas, duros de frío sintiendo que nos congelábamos mientras hablaban maestros, intendentes y demás celebridades sin darse cuenta de la helada del pueblo. Un nuevo hermano llega y con él las bandas grunge, Nirvana, Pantera. La casa frente a la plaza Belgrano se convierte en un antro de bandas de los 90 de música alternativa, la batería, las Fender en el piso, escapadas a todos los recitales, el nacional donde estrenaban las canciones que componían. Mientras hacía cine La Guanaca follona sacudía botellazos alternativos. Y así siempre fuimos saltando de sueño en sueño … de generación en generación …
Mi mamá “mi guarda” desde las estrellas, abro la mochila caracol, saco el oboe y me sueño en el centro cultural con luciérnagas en Florencia, el alma son cisnes de sueños que se deslizan sobre pensamientos y cantos que desde lo alto me siguen guiando.

Chapter 5 de “La Chica Caracol y el Aviador” – la 4 no la subí aún, los videos son de un trabajo teatral del taller de Roberto Saiz del 2021 “De dónde vengo”💫 había que crear una pequeña historia de dos minutos en un video con voz en off con nuestra historia familiar 🌊

Las ilustraciones son de Delphine Cossais
Bonita historia familiar!
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Gracias Lola 🌟
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