Al Argonauta le decían el loco de las islas, leía todo lo que encontraba sobre ellas, entre sus obras literarias preferidas estaba el cuento de Julio Cortázar La isla a mediodía, Cuento de la Isla Desconocida de Saramago, La invención de Morel de Bioy Casares; y ahora desde el 14 de enero Gregorio Fuentes habitaba El Mar del Sol; y para él era «El Hombre de la Isla» Había ido un par de tardes a conversar con Don Gregorio y su canto cubano le resultaba fascinante, conversaban rodeados de peces espadas.
Gregorio: Oye chico, que yo sé mucho de islas, nací en las Canarias y en 1897 y cruce el mar allá por los años veinte para vivir la mayor parte de mi vida en Cojimar, cerca de La Habana.
Argonauta : ¡A los 104 años tiene tanto para contar! , se que usted inspiró a Hemingway para escribir una novela.
Gregorio : Si yo estaba con Hemingway cuando se le ocurrió la idea de la novela «El Viejo y el Mar», íbamos navegando a bordo del Pilar, el barco que se había mandado a construir en 1934; poniéndole el dedo de su mano izquierda en la cabeza del Argonauta le aclaró ¡Hemingway, no yo!, cuando nos cruzamos con un viejo en plena batalla con un pez grande, los tiburones lo rodeaban, paramos y le ofrecimos ayuda pero nos gritó que no nos metiéramos, después nos enteramos que el viejo había muerto, eso entristeció mucho al escritor por eso escribió el libro. No necesité leerlo porque yo estuve ahí y lo viví todo con él. Él decía que éramos hermanos, yo estaba cuando sacó un pez espada enorme, estábamos solos y tardamos tres horas en sacarlo.
(El Argonauta no podía evitar acompañar a Gregorio haciéndole la percusión al relato)
Gregorio: La ultima vez que vi a Ernest me dijo : «Cuídate y cuida al Pilar como hiciste siempre». El Pilar era el escenario de nuestra amistad, un camarote de cuatro literas, baño a babor y cocina a estribor, una mesa con dos asientos dónde nos sentábamos a tomar whisky. Ahora el Pilar habita la Finca Vigía, la casa cubana de Hemingway que se convirtió en museo.
El Argonauta se fue entusiasmado porque a partir de este momento tenía un nuevo amigo para compartir las horas, un verdadero Maestro del Mar. A lo lejos escuchó : «Canción de la isla, subite al viento junto a los pájaros, y recorreré la distancia de los mares para llevar puro este mensaje»
Salto 4 de la «Rayuela de Cefalópodos» del cuento Julia y el Argonauta de Papel
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